Por Antonella Defranza
La distribución cinematográfica es la pata del cine que falta resolver. Es clave saber que el éxito comercial de una película depende de las salas en las que se estrene y de la cantidad de gente que vaya a verla, pero también, fundamentalmente, de que el Estado proteja las obras culturales nacionales.
Distribución y comercialización de una película son las malas palabras que anclan a la producción artística en la eterna discusión sobre la industrialización de la cultura. Sin embargo, es necesario estrenar lo que se produce de cara al INCAA y recuperar, al menos, el dinero invertido a la hora de filmar una película. Y si filmamos, sin engañarnos más, queremos que nuestra película se vea. ¿Dónde? Ese es otro tema.
“El problema de la distribución es el problema del cine argentino. Aún con las dificultades que conlleva producir películas, eso lo tenemos resuelto, pero como en la distribución se aplica la lógica del mercado, las películas independientes y las películas documentales son las más castigadas. Los productores medianos y chicos nos encontramos con un panorama desalentador a la hora de estrenar nuestras películas. La mayoría de nuestras películas se estrenan solo en el cine Gaumont (Ciudad de Buenos Aires), que afortunadamente es una sala que funciona y que nos contiene”. — Carolina Fernandez, productora en Salamanca Cine.
Hubo épocas en las que la distribución tenía otra envergadura. Ir al cine era un plan habitual, y hacer películas venía con la garantía de que alguien las vería en salas. En Argentina, con la llegada de las nuevas plataformas de visionado digital, el número de salas pasó de entre 2500 y 2800 a tan solo 900.
“Las películas son productos que duran en pantalla solo si va mucha gente a verlas y, para que eso suceda, necesitamos que se estrenen en muchas salas. De igual forma, el estreno puede ser un fracaso y ahí entra el tema difusión”. — Ariana Aisenberg, productora.
¿Cómo se prepara un estreno?
En el momento de distribuir una película, se arma un cronograma tentativo con el distribuidor en base a un calendario dinámico de estrenos previstos. La película tiene que ponerse a competir con los otros estrenos nacionales y a las majors de Hollywood. Elegir estratégicamente no chocar con una película nacional multipremiada en festivales, o con un tanque norteamericano, es una de las garantías de que la película pueda tener espectadores. Se arma entonces una campaña de lanzamiento con pauta en medios, materiales de difusión y el DCP que servirá para las copias, hoy digitales, del filme a estrenar. En esta instancia, el distribuidor pone a los exhibidores al tanto sobre el filme y pide salas. Y es aquí donde se genera el gran problema: la falta de previsibilidad, como me comentaba en charla la distribuidora Patricia Primón. Los dueños de las salas no avisan qué salas y qué horarios van a dar para la película, por lo que, muchas veces luego de una avant premiere de lunes, el productor y el distribuidor postergan un estreno de jueves. Esto hace que sea muy difícil trabajar un plan de lanzamiento con fechas exactas de estreno y sin tirar mucho dinero a la basura.
En nuestro país hay una media de continuidad de pantalla. Si de jueves a domingo no se llega a la cantidad de espectadores del 20% en una sala, en lo que se denomina sold out, la película se baja del cartel de la misma.
“Este es un número muy difícil de lograr con solo dos vueltas diarias y horarios en los que la gente no va al cine. Una película de terror que se proyecta a las 15hs. y a las 21hs. solo va a lograrlo con el horario nocturno, pero corre riesgo de no llegar a su media. Es un sistema perverso, y más aún en la era digital. Son reglamentaciones obtusas para nuestra realidad”. — Patricia Primón, Presidente de la Cámara de Distribuidores Independientes y distribuidora en Aura Films.
A su vez, nuestra reglamentación obliga a las salas a cumplir la cuota de pantalla, es decir, estrenar 1 película nacional por trimestre, por pantalla. Esto hace que en un cine de 4 salas haya 4 estrenos de películas argentinas por trimestre. Y en un Hoyts de 16 salas, 16 películas. Si esto se cumpliera, daría más agilidad a los estrenos. Pero, según coinciden tanto productores como distribuidores, hay un error de interpretación jurídica, ya que se cumple con las grandes producciones, pero no se protege al cine como se debiera.
“La cuota de pantalla parece cumplirse a medias, los programadores de salas comerciales solo quieren estrenar aquel cine argentino que convoque taquilla, y el problema de la distribución está lejos de solucionarse”. — Carolina Fernandez.
Los circuitos alternativos y festivales
En el año 2003, Argentina tenía activos 18 festivales de cine en todo el país. Esta cifra subió a 124 entre 2015 y 2016. Hasta el 2017, todas las provincias tenían su festival de cine. Con la nueva resolución del INCAA y el recorte tanto en salas como en presupuesto, muchos de ellos tuvieron que cerrar y, por ende, dejar fuera de circuito a muchos realizadores independientes. Los festivales que se hacen en el país son importantes para sumar espectadores de películas nacionales y generar buenas reseñas que las ayuden al momento de su estreno en salas.
En Francia, las películas que no van a tener competitividad con las películas comerciales se estrenan en un circuito alternativo que se llama “Salas de arte y ensayo”, que a priori ofrecen dos semanas de permanencia obligatoria de la película en cartel en esa sala. En Argentina hacen falta más salas de este tipo, porque gran parte de nuestras producciones son alternativas y no pueden competir con los tanques de Hollywood.
Los cortometrajes
Como toda industria, el cine es una rueda. Si bien el cortometraje tiene naturalmente como target los festivales o muestras de cine, la cantidad de cortos realizados y de nuevas pantallas propicia otras formas de ver. Lo ideal sería que en las salas, antes de un film comercial, se proyectara un cortometraje nacional para hacerle llegar al público este formato, que es el trampolín de los directores y técnicos en ascenso. A menudo, es también un espacio de experimentación para directores reconocidos o actores que incursionan en la dirección de films. Pero sumar un corto de 10 minutos le “sacaría” a una sala entre 30 a 40 minutos por día, y eso podría restarles una vuelta de proyección. El otro problema es que las películas deben contar con un código de exhibición que los cortos no suelen tener.
“Desde la distribuidora venimos trabajando en esto. Estamos viendo formas y acuerdos para cubrir los gastos de copias y trámites necesarios, repensar los minutos y los temas para que vayan en sintonía con el largo y que sume, sin perjudicar a nadie. La salas siguen con la deuda de proyectar un corto antes de un largo, y es una batalla que debemos seguir dando. Ahora tenemos el compromiso no solo de construir más espacios, sino también de cuidar los que tenemos”. — Luciana Abad, distribuidora de cortometrajes en Hasta 30 Minutos.
¿Cuál es la solución?
El recorte a la producción parecería querer decirnos que producir menos es la solución, obviamente desde un lugar meramente mercantilista que no piensa que lo que hoy se comercializa se hizo, en primera instancia, para mostrar una obra de arte.
“Argentina es, históricamente, uno de los países de mayor producción audiovisual, y en la última década hemos crecido al doble en relación con lo que venía siendo nuestra media. A mayor producción de largos y series de TV, mayor producción de cortometrajes. A mayor territorio conquistado en producción, mayor necesidad de espacios de exhibición. Tener espacios de difusión motiva a producir, y producir obliga a tener salas de cine”. — Luciana Abad.
“No es un problema que se produzcan muchas películas. El camino nunca es producir menos.” — Patricia Primón.
Evidentemente, es necesario abrir un debate serio entre todos los participantes de la cinematografía nacional. Pero sin un Estado responsable que garantice la protección de las obras, sin un INCAA dispuesto a empezar un debate exhaustivo, nada de esto podrá lograrse. El cine nacional es una de nuestras más preciadas producciones culturales. Es un espacio de debate, de ideas y de artistas que necesitamos cuidar. Hay que cuidar la producción y garantizar los espacios de proyección para que nuestro cine sobreviva, una vez más