“¿Rebelión contra qué?”
Por Sebastián Francisco Maydana
Amir es un vendedor de droga de Teherán. Su apariencia va con lo que uno podría esperar de tal personaje: solitario, desaliñado, siempre con la misma ropa, desprolijo. Su única compañía es, durante el día, su perro Frank, y en la noche, la voz del GPS del auto en el cual recorre las calles entregando las sustancias que le pidan. Y sin embargo, el film parece decirnos que no todo es lo que parece, y detrás del infractor de la ley se oculta un personaje con motivaciones algo nobles.
De a poco, a lo largo de varias de las recorridas nocturas de Amir, Ali Ahmadzadeh va desmontando los prejuicios del espectador y construyendo un personaje complejo, sensible, atento. Amir es comprensivo con su interés romántico, cariñoso con sus amigos y justo con sus clientes. Hasta es voluntario en un asilo de ancianos, a quienes da de comer unos postrecitos de chocolate que lo vimos cocinar en la misma secuencia en que empaquetaba hashish, marihuana y opio. Nos equivocamos en juzgarlo tan pronto y la película nos lo hace saber, pero ¿para qué? Para decir que uno no es lo que hace, que no hay que juzgar a un libro por su portada, o quizás para dar una explicación de por qué cayó en esa vida. Sea lo que fuera, lo cierto es que termina romantizando una profesión que sólo es noble para los consumidores de clase media y acomodada, que no sufren el consumo.
La película está filmada casi exclusivamente de noche, y casi exclusivamente dentro del auto de Amir. Pocas veces vemos a dónde va, o por dónde conduce. Ello le da a las escenas en el auto un carácter estático que es precisamente lo opuesto a lo que un viaje en coche podría sugerir. Se adivina en esta y otras elecciones, incluyendo la de la premisa del film, cierto gesto contestatario. De por sí, esto podría ser celebrado. Sin embargo, es difícil saber en qué manera ese objetivo se cumple. En la página del Festival de Locarno el autor anuncia que “hacer este film ha sido una gran rebelión”. Pero, ¿rebelión contra qué? La misma inquietud surge de la película anterior de Ahmadzadeh, un drama en la misma temática de drogas y autos conocido fuera de Irán como Atomic Heart Mother, y estrenado en 2015 (en Irán recién se estrenó dos años después, por la censura).
El mismo año 2015, el talentoso y siempre ingenioso director iraní Jafar Panahi estrenó Taxi. En ella, él mismo conduce un taxi en la ciudad de Teherán, y la película gira alrededor de los lugares por donde circula y las personas que conoce. Al contrario de Critical zone, Taxi no se toma a sí misma en serio, y a pesar de ello constituye una declaración política mucho más contundente que la primera. Esto es así porque para Panahi hacer esta película no era una cuestión de “rebeldía”, sino una necesidad vital que tenía y en la que se jugaba su libertad. De hecho, Panahi estuvo preso hasta comienzos de este año, y desde hace más de quince años pesa sobre él una prohibición del gobierno de Irán de hacer películas y de viajar al exterior. Es decir que hacer Taxi era directamente desafiar a la justicia iraní, arriesgándose a pasar tiempo en la cárcel (e Irán no es Noruega) porque, para él, dejar de hacer películas era peor que la cárcel. El riesgo de filmar una película producida en Alemania sobre un dealer con corazón de oro es, en comparación, casi nulo.
Titulo: Critical Zone
Año: 2023
País: Iran
Director: Ali Ahmadzade