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Automatic (2019), de Emma Doxiadi

“Ficción, realidad y paranoia”

Por Martín Haczek

Los planes no suelen salir como estaban pautados. Tanto en la ficción como fuera de ella, un pequeño detalle puede resquebrajar la realidad, hacerla pedazos con la misma velocidad que lo hace una taza cuando se nos resbala de las manos. Lo que en la vida a veces puede ser una incomodidad, una pequeña (o no) molestia que debemos saltear, es, en determinadas narrativas clásicas, el disparador de un relato. Tal es el caso de Automatic (2019) de la realizadora griega Emma Doxiadi: responde a la estructura tradicional del cortometraje, esa heredada de los cuentos y la literatura. Tras una breve presentación de los personajes y el espacio donde se desarrollan los hechos, la aparición de un fusil detrás de una moto desencadena un conflicto. El golpe de efecto sobre el final del corto no escapa a este mismo modo de articular una historia. Más bien lo contrario.

Pero lo interesante de Automatic es menos el dominio de la santísima trinidad de la narración que el uso que hace de ella para poner en duda los límites entre realidad y ficción. ¿Cómo? Proponiendo a la paranoia como generadora de relatos. Esto es acompañado por un minimalista pero cuidado juego con los puntos de vista. Una vez que el arma entra en escena, el plano general que presentaba a las protagonistas desde la vereda de enfrente puede ser la mirada de quien ellas creen que las vigila. La escena que vimos unos segundos antes se nos vuelve ambigua, y no tenemos del todo claro desde dónde estábamos observando. Entramos en la misma lógica paranoica que ellas. En la escena siguiente a la aparición del arma, el juego con la profundidad del campo nos hace asumir que estamos viendo desde su perspectiva, pero la duda ya está instalada: no sabemos si la persona que aparece en la vereda de enfrente las está vigilando o no.

Todas las historias que me interesan le hacen preguntas a la realidad, intentan ponerla en jaque, interrogarla como a un testigo. Hay en el corto de Doxiadi un detalle, ínfimo y sutil, casi tan imperceptible como clave para pensar de qué modo el corto organiza estas preguntas. A pesar de que nosotros veamos el fusil mientras las protagonistas fotografían a un perro —antes de que sea exhibido en un plano detalle—, ellas lo ven por primera vez en la foto, como si necesitaran la mediación de la cámara para poder iluminar algo invisible a la mirada. Pero, sabemos, aunque la cámara pueda congelar una imagen, volverla reproducible y susceptible de ser compartida por redes sociales, en esa representación hay siempre una deformación, un recorte, una intervención. Hay un disparador de ficción. Más aún ante una mirada paranoica. Con ella se pasa a otra lógica distinta donde la percepción es modificada y los efectos de la ficción suspenden la posibilidad de distinción entre lo real y lo no real: ¿es una ficción paranoica? ¿o tal atributo es menos de la ficción que de la realidad que habitan? En la imposibilidad de discernir entre ambas preguntas hasta el final del film se juega la fuerza del relato de Doxiadi. La representación genera ficción, y sus efectos la vuelven realidad. Y este círculo del que no podemos escapar es tan automático como la carga de una bala en la recámara de un Kalashnikov⚫

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