“Filmar la mirada”
Por Sofía Ferrero Cárrega.
“Los hombres temen a las mujeres que no les temen” dice la única mujer que tiene aspecto de bruja en la última película de Pablo Agüero. El resto son jóvenes atractivas que parecen disfrutar de cierta libertad cuando los hombres del pueblo se han ido a pescar y no vuelven hasta la próxima luna llena, momento en el que sube la marea y los devuelve a las costas de este pueblo pesquero en el país Vasco del siglo XVII. Y Agüero lo cuenta en una entrevista a Página 12: la caza de brujas fue una persecución política global que, contrariamente al cliché, no se dedicaba a atacar viejas curanderas, sino a jóvenes rebeldes.
Durante este momento, cuando el pueblo está habitado por mujeres y esta ausencia, llega La Inquisición representada por tres varones: su señoría, su mano derecha y alguien más.
El cura del pueblo, joven y a riesgo de quedar atrapado en los silogismos de este in-creíble juicio, parece escuchar por primera vez este fenómeno aterrador de mujeres que tributan sus gracias al diablo y se entera ahí mismo que cuando un grupo de mujeres van al bosque a pasear y bailar, lo que en realidad hacen es entregar sus almas y cuerpos al diablo, un diablo que las posee y que bien acepta esos homenajes. Esta posesión se evidencia en forma de rebeldía, seducción y más belleza. Y la cámara de Agüero acentúa la belleza a través de unos primeros planos sofocantes e incómodos.
Que Agüero sabe filmar no caben dudas. Tampoco de su buen ojo para convocar a directores de fotografía, en este caso, Javier Agirre, que hace un minucioso trabajo y enmarca el relato en cuadros y claroscuros impecables y deslumbrantes.
En una entrevista al diario El País, de España, el director del film dijo lo siguiente:
«Me encanta la idea de que la fiesta es una rebeldía. Su manera de rebelarse es la alegría. Lo lúgubre está en la mirada del otro, que transforma la libertad sexual, de pensamiento, en algo oscuro. Y eso sigue vigente, la culpabilización, la condena de la libertad femenina. Tenemos que crear ficciones que cambien el sistema, contar historias desde otros puntos de vista».
Sin embargo, hay algo muy perturbador en la manera en la que él mismo filma y muestra a estas actrices. Los planos cerrados de mujeres mirando a cámara de abajo hacia arriba son un recurso más cercano a las telenovelas de medio pelo, pero si se les agrega buena luz y un poco de presupuesto, se sostiene la obvia intención de seducirnos.
“Baja los ojos”, “Cubranle los ojos” son frases que se escuchan en diversos momentos. Estos argumentos ignorantes son encarnados en hombres que, a su vez, representan la institución más nefasta de la cultura occidental y que son mostrados como tales. Sin embargo, hay un trabajo para hacer desde la mirada masculina hacia las mujeres. Una deconstrucción que implica, primero que nada, entender cómo se las filma. En este film, hay planos que, por momentos, las muestra como son vistas por los torturadores. Es decir que la cámara se pone en el lugar de la mirada del hombre que les teme y las condena porque se sienten en peligro de ser embrujados.
Sin ir más lejos, un desnudo de Ana, totalmente injustificado y hermosamente filmado pero que, en definitiva, está pensado para el gozar de ese cuerpo que no está allí por voluntad propia. Es más, en ese mismo momento ese cuerpo desnudo está siendo dibujado por el secretario del juez mientras nosotros tenemos planos concretos y contundentes sobre ese cuerpo minuciosamente observado.
Akelarre tiene un guion sencillo y hay una superficialidad que susurra durante todo el relato, un vacío que hace que esta película no sobreviva el peso de los días, por más visualmente impactante que sea el visionado.
Titulo: Akelarre
Año: 2020
País: España
Director: Pablo Agüero